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El cambio climático es un fenómeno global que está afectando a Chile, con efectos sobre la disponibilidad de agua. Especialmente preocupante es la situación de los glaciares puesto que se verifica una disminución de su volumen en comparación con décadas pasadas. A ello debemos agregar que llevamos más de cuatro años con déficit de precipitaciones de agua lluvia y nieve, con embalses semivacíos y poca nieve en la cordillera. Si bien ya nadie discute que la escasez hídrica llegó para quedarse, es preciso establecer que la situación actual aún no afecta a todo el territorio nacional, sino que a la zona comprendida entre las regiones de Atacama y del Biobío, pero con amenazas latentes más al sur. Frente a este desafío, resulta evidente que la exigencia de un manejo integrado del recurso es una condición necesaria para garantizar la sustentabilidad del agua, así como también lo es implementar una serie de cambios que hagan posible esta meta. Este no es un tema de la agricultura, las sanitarias, la minería, la generación hidroeléctrica o la industria. Esta es una exigencia común a todos los chilenos y a todos los sectores económicos. Otra condición es la información. Las estrategias y planes para hacer frente a la escasez hídrica requieren fundarse en información confiable y actualizada, que contribuya a tomar decisiones de acuerdo a la realidad específica de cada lugar en estudio. En este marco, es prioritario contar con datos que permitan conocer y transparentar los temas relacionados con las organizaciones de usuarios y, principalmente, con los titulares de derechos de aprovechamiento de aguas, con el fin de poder identificar a los usuarios del recurso. Se requiere de una base de datos pública, transparente y de inscripción obligatoria para todos los titulares de derechos de aprovechamiento de aguas. Si bien los usos del agua se han identificado tradicionalmente con el riego, la producción de agua potable, el industrial (incluyendo a la minería) y la generación de energía, hoy en día existen otros usos que cobran importancia, como la conservación de los recursos hídricos para el mantenimiento de los ecosistemas, el turismo y la conservación de la biodiversidad, reconociéndose, además, los valores culturales, étnicos y hasta religiosos asociados al agua. Es un error y una impropiedad sostener, como habitualmente se hace, que el agua que no se embalsa se pierde en el mar, porque ello implica desconocer que el recurso no puede tener solo fines productivos, sino también ambientales, y las desembocaduras de los ríos constituyen ecosistemas que es necesario preservar y proteger. Por último, el desafío mayor que impone el objetivo de la sustentabilidad de los recursos hídricos implica el conocimiento y cuidado de nuestras grandes reservas de agua dulce: los glaciares, sean estos blancos o los denominados de roca, que es una mezcla de hielo con roca en diversas proporciones a lo largo de la cordillera. Estos últimos requieren de una atención especial, pues no pueden ser detectados con la sola observación científica a distancia. Se trata de conocer en profundidad este verdadero "seguro ambiental" nacional, con estudios específicos en terreno a lo largo del país con el objeto de contribuir a dotarnos de una mirada estratégica y de largo plazo para tomar las mejores decisiones en función del bienestar de los asentamientos humanos y su respectivo desarrollo económico y cultural. Guillermo Pickering de la Fuente
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