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Por Jessica López, presidenta ejecutiva de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios, Andess AG.

Acabamos de vivir un evento climático único. Un “río atmosférico” que cubrió desde Coquimbo a Los Lagos, con lluvias muy intensas que dejaron a enero 2021 como el segundo mes de enero más lluvioso de la historia, después del registro del año 1933. El agua y las altas temperaturas se combinaron para provocar aluviones de gran volumen en la precordillera, que impactaron duramente a sus habitantes y enturbiaron, entre otros, los ríos Maipo y Mapocho, principales fuentes de agua de la capital del país.

La industria sanitaria respondió oportuna y satisfactoriamente a la contingencia, manteniendo inalterados los servicios de agua y saneamiento en las ciudades afectadas. Algunas localidades vieron interrumpido el abastecimiento de agua potable por un corto período de tiempo, lo que fue cubierto con abastecimiento de emergencia, con afectación muy acotada de los servicios a la población.

La gestión de la contingencia, liderada por el Estado, dio muestras de la mejor preparación y coordinación entre los organismos públicos involucrados y las empresas, a través de los comités operativos de emergencia. Se entregó en todo momento información transparente a la población, con boletines periódicos con la información disponible en cada momento, y recomendaciones para actuar. Esto generó algún malestar entre los ciudadanos que acopiaron agua que, finalmente, debieron destinar a otros usos; pero preferimos quedarnos con el lado favorable, con el “estanque medio lleno”, ya que manejamos esta contingencia climática apropiadamente, entre todos.

Parte importante de la buena respuesta de la industria sanitaria ante esta contingencia, es el resultado del trabajo de la última década, realizado de Arica a Punta Arenas, en que se han concretado diversas inversiones para dar mayor seguridad al suministro de agua. Las más significativas: nuevas fuentes de agua, obras para optimizar el uso del agua disponible en embalses públicos, infraestructura de respaldo de diversa magnitud en muchas ciudades de Chile, la más significativa los mega estanques en Pirque que entregan mayor seguridad de agua potable en la capital, pero también la interconexión Concón-Los Aromos para asegurar el abastecimiento del Gran Valparaíso, una segunda planta de filtros lentos para Rancagua, un nuevo embalse en Lota, y el reforzamiento de la impulsión del embalse Conchi hacia la planta que abastece a Calama para hacer frente al invierno altiplánico, entre otros.

Este episodio es una muestra más del impacto del cambio climático que afecta a Chile desde hace bastantes años. La última década hemos vivido un sinnúmero de catástrofes en distintas regiones de nuestro país, todo acompañado por una megasequía que se prolonga por más de una década. Y todo indica que seguiremos viviendo eventos similares en los próximos años, y que la sequía se mantendrá, lo que impone en particular a la industria sanitaria, grandes desafíos para asegurar la provisión del servicio de agua potable y el saneamiento en las ciudades de Chile.

Solo en los últimos tres años, las inversiones sanitarias para asegurar el abastecimiento de este vital recurso superaron los 500 millones de dólares. Y esto deberá mantenerse a futuro.

Especial mención para los trabajadores sanitarios, incansables en su labor de sostener los servicios de agua potable y saneamiento a la población, con las exigencias de continuidad y calidad a las que ya estamos acostumbrados. Ello, durante casi un año de pandemia y, ahora, con ocasión de estas emergencias climáticas. Reconocemos y honramos su profesionalismo y entrega.

*Esta columna se publicó originalmente en La Tercera.com

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