¿Qué son los servicios sanitarios?
Los servicios sanitarios comprenden la producción y distribución del agua potable y la recolección y tratamiento de las aguas servidas de forma que contribuyan a la salud de las personas.
Las empresas sanitarias que prestan estos servicios están detrás de las cuatro etapas del ciclo urbano del agua:
1) Producción: se limpia el agua para que sea potable, es decir, segura para el consumo. No tiene sabor, color ni olor, está libre de metales pesados y bacterias y otros elementos patógenos que puedan causar enfermedades.
2) Distribución: el agua potable se conduce a través de cañerías a las casas, escuela y ciudad.
3) Recolección: el agua utilizada por las personas en consumo, preparación de alimentos e higiene personal y del hogar, se recolecta y transporta hasta una planta de tratamiento que la limpiará.
4) Tratamiento: en la planta de tratamiento se limpia el agua, para que pueda volver a la naturaleza en condiciones ambientales aptas.
El cambio climático hace cada vez más necesario avanzar hacia una quinta etapa: la del reúso, que permita volver a utilizar el agua que ha sido descontaminada en las plantas de tratamiento.
El agua es un recurso natural, pero el agua potable es un producto industrial que debe cumplir con estándares técnicos para poder ser consumida sin riesgo por las personas.
El agua potable se produce a partir de agua natural o cruda que es captada de forma superficial (en ríos o lagunas), en forma subterránea (pozos) y más recientemente, a partir de agua de mar desalinizada.
El agua captada en fuentes superficiales es sometida a un proceso de limpieza en una planta de potabilización donde se le quitan los elementos sólidos como arena y tierra, se desinfecta y se añade flúor. El agua desalinizada, en cambio, suele requerir la adición de elementos esenciales necesarios para su consumo.
Según datos de la Superintendencia de Servicios Sanitarios, en 2022 la extensión de la red de agua potable era de 42.549 kilómetros.
Las copas de agua son uno de los tipos de estanques de regulación a los que se conduce el agua potable para su distribución a los hogares. El agua potable se almacena en altura, de manera que llegue a los hogares del sector en el que se encuentran aprovechando la fuerza de gravedad. También hay estanques enterrados o semienterrados, que se complementan con plantas elevadoras para conseguir la presión adecuada.
Todos los días, las personas que viven en las ciudades generan grandes cantidades de agua servida, que llega a las redes de alcantarillado mezclada con detergente, restos de comida y desechos humanos, para seguir a las plantas de tratamiento de aguas servidas.
Estos colectores son de un diámetro inferior al de una pelota de fútbol cuando se conectan a una casa, pero van aumentando de tamaño a medida que se va sumando el agua recogida en múltiples viviendas y barrios y los más grandes pueden llegar a tener un metro de diámetro o más.
Las plantas de tratamiento son instalaciones que permiten realizar la limpieza de las aguas servidas en un proceso de varias etapas. El agua primero pasa por rejas, desarenadoras y decantadores, y luego por un proceso de inyección de aire para que haya una transformación natural de la materia orgánica en biosólidos, un material de consistencia parecida a la tierra de hoja que se puede usar como recuperador de suelos degradados, biogás (hay plantas que se autoabastecen de gas con este proceso) y agua recuperada. Esta agua depurada es desinfectada y queda en condiciones de ser sometida a nuevos procesos para su reutilización o para su retorno seguro a la naturaleza.
La Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS) determina cada cinco años las tarifas que las empresas de agua potable y saneamiento cobran a los usuarios, según un procedimiento administrativo establecido en la legislación.
Estas tarifas se calculan simulando una «empresa modelo», que opera eficientemente en el área geográfica de la prestación del servicio y que se autofinancia, con el fin de que las cuentas sean las más eficientes desde el punto de vista económico para el consumidor – es decir, que se consiga el nivel de servicio adecuado al menor precio posible. La compañía alcanzará la rentabilidad mínima asegurada de acuerdo con lo determinado en el proceso sólo si es capaz de competir con la empresa modelo. Así, además, se limita el poder de mercado y se fomenta la eficiencia productiva.
Dentro de este proceso tarifario, cuando se producen diferencias entre el regulador y la empresa que presta el servicio, se puede recurrir a un Comité de Expertos, el cual fallará de manera inapelable y vinculante.
El proceso de tarificación está consolidado en un período de uso de más de 20 años. En la actualidad, la industria se encuentra aplicando el séptimo ciclo.